¡La vida es una extraña mezcla de azar, destino y carácter...debemos vivir, no basta con existir!

viernes, 11 de febrero de 2011

¡Comienza la aventura!

Bueno, antes que nada debo decir que el libro esta sujeto todavía a modificaciones y que si encontraís algún error o por el contrario pensaís que el libro podría ganar en calidad con vuestros consejos o giros argumentales, decidmelo, como dije antes estoy sujeto a mejorar y a escuchar consejos CONSTRUCTIVOS. Aqui os dejo pues las primeras lineas de lo que espero os agrade o por lo menos no os revuelva el estómago. Saludines!!



Orígenes

Éramos felices. El sol brillaba en el cielo y nos entreteníamos luchando con espadas de madera en el jardín de enfrente de la escuela. Siempre habíamos estado juntos, los siete, y eso era algo que nos prometimos seguir haciendo.
El tiempo es algo demoledor. Ya lo decía mi querido padre “La vida es corta pero ancha”. En su día no entendí esas palabras pero desde luego los años y las experiencias me hicieran aceptar los consejos de mis mayores.
Por aquel entonces todos teníamos doce o trece años. Aunque parezca que no, se trata de una edad de cambios tanto físicos como sociales. En las mujeres sigues viendo a aquel enemigo cursi y debilucho que no comparte tus aficiones ni tu gusto por las cosas. Digamos que a los trece hombres y mujeres son incompatibles hasta niveles impensables, y que su mera interacción sólo es debida a obligaciones escolares o familiares.
En tus padres sólo encuentras a aquellos que no te entienden y que todavía menos te respetan como lo que te mereces y cansado de ir a la escuela te conviertes en un chico travieso que no busca más que destacar entre los demás.
Con trece años nuestro grupo de amiguetes sufrió una transformación muy importante. Nuestros cuerpos, hasta hacía poco pequeños y débiles empezaron a crecer dando paso a los adultos que en pocos años nos convertiríamos. No todos crecimos a la vez. Unos crecen antes y como aprendí con los años, otros muchos no crecen nunca.
Aquel era un día muy feliz para todos nosotros puesto que por fin teníamos la edad suficiente para inscribirnos en la escuela de artes de guerra, sin embargo, para mi ese era el día del adiós. Llevábamos años hablando de cuando íbamos a inscribirnos en la gran escuela de lucha y cuando por fin había llegado el momento, la vida me arrebató mi infancia de un manotazo y me separó de lo único que me hacía mirar el día a día con ilusión.
Me despedí de todos mis amigos con lágrimas de verdadero dolor en los ojos y juré volver en cuanto me fuera posible. Mi padre me prometió que nuestro viaje tan sólo duraría unos años y que pronto regresaríamos al pueblo pero en el fondo yo sabía que eso era mentira.
Mi madre había muerto cuando yo era pequeño de tuberculosis y nos había dejado a mi padre y a mí en este mundo cruel. Mi querido padre era un maestro constructor. El mejor en mi opinión. A lo largo de nuestros viajes me sorprendí curioseando sus papeles y manoseando sus herramientas, cosa que además de ponerle nervioso le ocasionaba verdaderos enfados.
El trabajo escaseaba en el pueblo y los retos eran prácticamente inexistentes para mi padre. Por ese motivo me obligó a viajar con el.
Nuestro viaje se prolongó durante más de siete años y cuando volví a mi antiguo hogar ya nada era igual que antes.
Mi padre ya era una persona mayor y cuando volvimos a casa el se pasó a la escultura y dejó de lado todo lo que viajar conllevaba. Cultivaba un pequeño huerto en nuestra casa de toda la vida y dedicaba las tardes a dibujar o a simplemente esculpía todo tipo de motivos en la dura roca.
Esos siete años marcaron mi vida para siempre. Nunca fui una persona muy estudiosa. Mi mente se desentendía de lo que los múltiples profesores o incluso mi padre intentaban enseñarme y dedicaba mi tiempo a practicar con espadas y arcos y por supuesto a fantasear acerca de lo maravillosa que era la vida.
Juventud, divino tesoro. Ya nunca podré volver a ser el Will soñador que fui. He vivido demasiado y he sufrido demasiado. La edad es experiencia y yo he vivido tantas cosas que el recogerlas en este libro es algo que otorga paz a mi mente.
Cuando regresé al pueblo esperaba encontrarme a mis seis amigos y al pueblo que dejé, pero en su lugar me encontré con una ciudad emergente y con unos chicos que ni siquiera se acordaban ya de mí. Se había dispersado y desperdigado y muy lejos quedaban ya los sueños de infancia en los que en forma de caballeros andantes luchábamos contra las injusticias del mundo.
Pese a todo fue un reencuentro muy bonito. Abrazos, sonrisas y bromas estúpidas invadieron una noche en la que el alcohol se convirtió en uno más del grupo.
Nos pusimos al día. Me sorprendí al saber que Martín, Alonso, y Álvarez habían sentado la cabeza y vivían con sus esposas en unas casitas humildes a las afueras de la ciudad, pero sin duda lo que más me sorprendió fue quienes eran sus mujeres. Aquellas niñas repipis que nos señalaban con el dedo y con las que nada teníamos en común se habían convertido en mujeres adultas y maduras y habían ocupado un lugar en el corazón de mis amigos.
Conforme la ingesta de alcohol fue aumentando la conversación más se centraba en nuestra infancia. Las carcajadas lo ocupaban todo. Quizá fue también el alcohol lo que me obligó a preguntar por sus oficios y a pesar de que conocía la respuesta, oírla de sus bocas me supuso una gran sorpresa. Los años deambulando me habían llevado a no consagrarme como maestro de nada y lo único que hacía, y tampoco de manera excepcional, era cazar y manejar las armas. Mis amigos no habían perdido el tiempo y se habían consagrado como la guardia personal del conde Reyes, sobrino del rey y persona muy influyente tanto en la ciudad como en el reino entero. Hábiles espadachines y intrépidos guerreros habían cumplido a medias un sueño en el que participábamos todos. La vida de palacio les había pasado factura, eso estaba claro, pero tenían cuerpos fuertes e ímpetu de sobra para hacer bien su trabajo.
Ya hacia el final de la noche en plena exaltación del alcohol y armados con palos nos batimos en duelo entre terribles carcajadas y algún que otro grito de dolor.
A la mañana siguiente me desperté en mi cama todavía vestido con la ropa de la calle y apestando a alcohol barato. Me incorporé y tras beber mucha agua fresca me dispuse a comenzar mi nueva vida. Necesitaba un trabajo, necesitaba un futuro y lo más importante de todo, necesitaba algo que reavivará la ilusión en mi vida.
Durante las primeras semanas de mi nueva vida no encontré nada a lo que agarrarme para salir a flote y pronto comencé a plantearme si aquel era de verdad mi lugar. Mis amigos ahora eran gente ocupada, tres tenían obligaciones conyugales después del trabajo y los otros tres despilfarraban dinero en alcohol y vicio sin importarles mucho el mañana.
No, ese no era mi sitio. Fue una dura decisión pero sin lugar a dudas no me arrepiento para nada de ella. Recibí el beneplácito de mi padre, sin el cual todo para mi carecía de sentido y con la promesa de escribirle y de mandarle noticias mías junté mis pertenencias y me fui.
La despedida con mis viejos amigos no fue tan dolorosa como siete años atrás y su reacción fue la esperada. Unos cuantos abrazos, alguna cara de sorpresa y un regalo de todos que casi logra arrancarme una lágrima de emoción. Un caballo, blanco como la espuma del mar cuando rompen las olas que yo nada más verlo bauticé como Orión.
Monté en el caballo, escondí el dinero que me había dado mi padre en la grupa, que si bien no era mucho era todo lo que tenía, colgué el arco y las flechas y cargué la mochila con la ropa y mis cosas entre las que destacaban dos cuchillos pequeños unas mantas y ropas varias.
Siempre había visto la vida como una aventura trepidante y los libros de caballeros andantes que había podido leer no me ayudaban demasiado. Soñar es algo maravilloso, la motivación nace de las expectativas y en ese momento las mías eran inmensas.
Salí del pueblo al galope sin mirar atrás y pronto dejé de tener a mis espaldas la poca vida que había tenido oportunidad de conocer.
Ser caballero andante no es como lo pintan en todos los cuentos, pero claro, esa información la sé ahora que ya he sufrido y posiblemente siga sufriendo las peripecias y desventuras que la vida reserva para los caballeros chiflados como yo.
La verdad sea dicha. No medité bien los pros y los contras de la vida que había elegido. Yo pensaba que había gente en apuros en todos y cada uno de los rincones del mundo pero por lo que pronto entendí eso no era así. La primera noche al raso pasó sin mayor contratiempo. Cacé una liebre y recogí unas setas y junto al fuego pude disfrutar de mi soledad y de un buen plato caliente.
La soledad es algo que está muy mal visto sin embargo se convirtió en una de mis mejores amigas durante muchas etapas de mi vida. Las noches pasaban sin tregua y pronto entendí que la vida que había elegido quizá tampoco era la que yo deseaba para mí.
Una tarde a punto de rendirme y de volver a casa con el rabo entre las patas escuché un grito de mujer. Me levanté rápidamente y monté a Orión sin dudarlo. ¿Sería esa mi primera hazaña? Cabalgué hacia donde me pareció se había producido el grito y me encontré una escena muy extraña. Había una mujer herida de lo que aparentemente parecía una caída común del caballo, pero a su alrededor había tres hombres con dagas y con sonrisas macabras. Me acerqué sin miramientos y desenfundé la espada. Eran rufianes de poca monta, vagabundos que viven en el bosque cerca de la ciudad y roban y saquean gente indefensa. Nunca había matado y la verdad es que no estaba preparada para hacerlo. Al verme acercarme hacia ellos y sin ningún miramiento se olvidaron de la chica y me rodearon amenazadoramente. Estaba en desventaja numérica y por mucho que fuera un espadachín hábil debía de esperar el momento justo si no quería recibir heridas importantes. Esperé su error con paciencia hasta que llegó. El más imbécil de los tres en un alarde de hombría cargó contra mí permitiéndome dada su escasa velocidad desplazarme rodeándolo y situarme fuera del rombo que me habían hecho. Una vez ganada su espalda me fue muy sencillo golpear con el plano de la hoja en el cogote de aquel rufián dejándolo inconsciente en el suelo. Los otros dos sorprendidos por mi movimiento se lanzaron a por mí a la vez sin percatarse de que no tenían ninguna oportunidad frente a mi espada. Esta vez mi juventud e inexperiencia les salvo la vida, quizá hoy en día no hubiera sido tan generoso y mi espada se hubiera tintado de rojo con la sangre de sus entrañas. Los despaché de la forma más rápida y elegante que pude y contemplé con asco los rostros inconscientes de aquellos maleantes sin escrúpulos. Cuando me volví sobre mi mismo sólo tuve tiempo de ver como una roca del tamaño de un puño se me venía con fuerza hacia la cabeza. Lógicamente, desprevenido y recuperando el aliento tras la tensión de la disputa, la roca golpeo mi frente haciéndome tambalear y provocándome una interesante brecha en la frente que todavía hoy conservo con cierto cariño y nostalgia.
La simpática mujer dándome por abatido se subió a su caballo sin percatarse de que yo, de pie y en tensión, subía de nuevo en Orión dispuesto a pedirle explicaciones ante tal ataque sin sentido. La perseguí  bosque a través hasta que salimos a un camino. El polvo no me dejaba ver demasiado y pronto me encontré ante las puertas de una ciudad. Justo a la altura de la entrada vi a mi agresora y la alcancé sin piedad. Cuando estuve a su lado salté de mi caballo y la tiré al suelo sin miramientos. Rodamos por el suelo durante unos segundos quedando justo en el centro de la gran puerta de entrada.
Todavía hoy siento dolor al recordar lo que paso a continuación. Cuatro hombres de la guardia real que presenciaron todo con disimulo se abalanzaron sobre mi y me atizaron con tanta fuerza que al final, a pesar de la furia que sentía no pude hacer otra cosa que rendirme a la oscuridad que mi sabio cuerpo me brindaba como método de cobardes para huir de tal marabunta de dolor.

4 comentarios:

  1. Ehh!Me encanta la historia! Te falta alguna coma y tienes alguna falta pero por lo demás está genial! Mañana me leo el segundo!Un besazo! Muaack =)

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por leerlo y opinar! espero te siga gustando!!! un beso!

    ResponderEliminar
  3. me va gustando la historia la verdad...pero me falta sabes que estubo haciendo el prota durante los 7 años dando tumbos con su padre!!!!!


    (soy casbis)

    ResponderEliminar
  4. esos 7 años son irrelevantes para el devenir del relato, aun asi, lo apunto en mis notas :D intentare añadir mas!!! gracias por leerlo, ojala leas más :D

    ResponderEliminar