¡La vida es una extraña mezcla de azar, destino y carácter...debemos vivir, no basta con existir!

jueves, 10 de marzo de 2011

Capitulo 5: Amanecer (parte1)

Bueno, tras un parón en el que he seguido con la historia más que con la publicación por aquí, os dejo la primera parte del capitulo 5. Supongo por su extensión que tendrá mínimo dos partes más. Lo mismo de siempre, si os animaís a leerlo, no dudeis en destriparlo :D



AMANECER

Con los años he llegado a darme cuenta, y a asumir, que la noche es siempre más triste que el día. Lo que por la noche muchas veces agobia y angustia tiende a verse con ojos más optimistas con la ayuda del sol.
Estuvimos en aquel humilde pueblo cosa de dos días, y luego partimos cargados con provisiones para dos días y caballos frescos, en dirección al corazón del reino donde Yesir y el hogar de Lecnad nos esperaban.
El viaje transcurrió sin ningún tipo de problema. Comimos caliente y los caballos nos brindaron una comodidad añorada. Al llegar a la capital me quedé maravillado por su tamaño y por la cantidad de gente de los alrededores.
Soldados se entrenaban en bonitos campos de entrenamientos , las murallas de roca eran sumamente altas dando un aspecto de bastión inexpugnable a la ciudad y los comercios se extendían por todas partes tratando de ganar el máximo dinero posible. Estaba claro. La capital del reino era prospera y el reino de Grey en comparación era un juguete a manos de un gigante.
A nuestra llegada fuimos recibidos por el rey Yesir que abrazó a Lecnad como si de un hijo se tratase. Nos señaló en dirección a unos edificios y supe al instante que íbamos a alojarnos allí. Era un edificio de clase media pero las camas eran confortantes y teníamos baños individuales, lo que desde luego era un lujo. Aproximadamente pasamos tres días completamente atrincherados en nuestras habitaciones. Fueron días tranquilos. De recuperación. Días en los que cada uno meditaba y discurría sobre la mejor forma de volver a poner un poco de orden y cordura en su vida. Era momento de elegir un camino para poder afrontar el futuro. Un futuro incierto se miré por donde se mire.
Lecnad estaba separado de nosotros. Su rango era más elevado y era lógico que durmiera en una habitación con más lujos. En aquellos momentos pensaba en Sophie, pero sobre todo pensaba en la manera de salir a flota. Necesitaba recuperar fuerzas, autoestima y lo más importante, confianza en mi mismo. La vida se había convertido en una carrera por sobrevivir y ahora debería recuperar las costumbres perdidas.
Cuando Lecnad vino con las noticias todos lo escuchamos atentamente.
“amigos, la cosa está así.-comenzó un tanto triste- el ejército de nuestro enemigo Derek sigue negociando y por tanto parado en el valle donde lo vimos. El mensaje del reino de Troy es inquietante puesto que la edad ya nubla su buen juicio y existen rumores de rebelión entre sus súbditos.
Por nuestro lado nosotros ya hemos iniciado los preparativos de guerra. Las espadas se afilan y la gente se prepara para lo peor. Ahora debemos descansar y pronto en función de lo que derek y troy lleven a cabo, deberemos mover ficha. No voy a obligaros amigos míos a luchar, sois libres de marcharos a vuestras casa pero quiero que sepáis que ha sido todo un honor luchar a vuestro lado y que seguirá siéndolo en caso de que decidáis quedaros conmigo.”
El tiempo pareció detenerse durante las siguientes dos semanas. Todos los soldados que habían huido con Lecnad decidieron volver al hogar para reagruparse. Todos menos yo. Fue algo comprensible. Los demás soldados tendrían familia, tendrían amigos, esposas, hijos, y sin embargo yo no tenía absolutamente nada. Mi vida era un pozo negro de azar e incertidumbre. Al principio pensé en volver a casa, desde luego pero no había forma de aclararme. La verdad es que fue una dura decisión, pero al final la respuesta se manifestó clara y concisa en mi subconsciente. No tenía nada fuera del ejército y a menos que lograra algún galardón en batalla, el volver a por Sophie era completamente inviable.
Lecnad me acogió sin problemas, y en cuanto le hice saber mi decisión me acogió en su grupo de entrenamiento personal. Mis dotes en batalla estaban un poco oxidadas pero desde luego eran buenas y todos lo vieron al momento. Mandobles y defensas precisas con las armas dejaron boquiabierto a muchos de los allí presentes. La danza parecía fácil aunque la intensidad de los golpes hubiera sido difícil de imitar para muchos. Lecnad intentó mantenerme informado acerca de las nuevas que los mensajeros traían del reino. Durante la primera semana la desinformación fue la tónica que marcó cada una de las mañanas. Cada día que pasaba era claramente más duro que el anterior y mi preocupación por Sophie e incluso por mi pobre padre empezaba a ser realmente agobiante.
Me sentí muy culpable cuando me descubrí recordando a mi querido padre. Increíble como el miedo, y el tener únicamente la preocupación de sobrevivir había sepultado muchos sentimientos de mi día a día. Durante días el no rendirme a la muerte había sido lo único que me mantuvo cuerdo, y claro, en esas circunstancias, mi padre no ocupaba mis pensamientos. Ahora, relajado y envuelto en una rutina de comida abundante, confort y entrenamientos junto a Lecnad, mi padre y Sophie eran dos de mis principales preocupaciones, aunque claramente sabía que dos manos por muy entrenadas que estuvieran, no podían hacer nada ante lo que se avecinaba en el reino.
Tras dos semanas de incertidumbre un mensajero irrumpió en el castillo con la fatal noticia. Troy había caído. Fue un mazazo importante. Según pude entender de la explicación que se dio, lo que realmente había pasado es que Troy, viejo y cansado había huido con su familia dejando el reino en manos de los gobernadores. Estos se habían unido a duras penas logrando frenar el avance rival tras tener que renunciar a la mitad del territorio. Había sido una pérdida brutal, pero por lo menos todavía se podía hablar de esperanza.
Yesir se mostró consternado e inmediatamente dio la orden de mandar emisarios para que la gente que todavía quisiera luchar se desplazara hacia nuestra posición. En aquel momento no pude entender como un soberano, una persona educada y forjada en la guerra, la responsabilidad y el honor podía quebrarse con tanta facilidad, ante una situación adversa. Como era posible que el egoísmo sepultara valores tan importantes como el deber o el poder y dejará que el miedo se mezclará y se extendiera por las mentes de todo el reino. Lo odié. Lo odié mucho. Por su culpa la guerra parecía perdida, mi padre puede que hubiese muerte y Sophie… mejor no quise pensar en Sophie. La mitad del reino había caído a manos de Dereck aunque desconocía si la mitad que había caído incluía el territorio del gobernador Grey o no, lo que incluso me impedía dormir bien por las noches. Era horrible.
Pasamos tres días de silencios incómodos y de entrenamientos intensivos con la intención de prepararnos para la guerra. Durante el cuarto día a la hora de comer, una autentica sorpresa me sacudió, allí en la plaza, a pocos metros de mí desfilaban una incontable cantidad de gente provenientes de los territorios invadidos. La cantidad de gente era enorme, aunque la mayor sorpresa me la llevé cuando vi que  entre ellos se encontraban dos de las personas que jamás pensé que volvería a ver. Allí, a duras penas armados, con vendas en torso y piernas estaban Boby, mi borracho amigo y compañero de entrenamiento, cuatro compañeros más de mi época de caballero y como no, mi buen general. No tenían muy buen aspecto, se tambaleaban y parecían francamente débiles. Nos abrazamos con fuerzas y las esperanzas se dibujaron en nuestros rostros como hacia mucho que no pasaba. El momento fue interrumpido sin piedad por la guardia, que rápidamente presos de la desconfianza se abalanzaron sobre los recién llegados y los llevaron hacia la plaza, donde intuí serían interrogados uno a uno.
La confianza es algo que se gana. En los primeros momentos de mi juventud me empeñé, a pesar de que algunas veces fracasé estrepitosamente, en brindar mi confianza sin exigir mucho a cambio, sin embargo, con los años, los disgustos fortalecen el carácter, y lo que al principio dabas sin muchos miramientos, se convierte en un tesoro que guardas con mucho recelo. En aquellos momentos de guerra era imprescindible que no se colaran posibles espías en el reino de Yesir, ya que nuestro siguiente movimiento debería ser contundente y una filtración podría llevarnos a fracasar brutalmente.
Aquella mañana entrené con mucha desgana y en cuanto se me presentó la oportunidad me fui directo a la taberna con la intención de ahogar mis preocupaciones en alcohol. Me relajaba. Mi yo alcoholizado no me agradaba nada, pero en aquel momento me gustaba más que mi yo depresivo.
Pensé mucho en los posibles problemas que Sophie hubiera podido sufrir, y me sentí un verdadero estúpido por seguir pensando en aquella mujer como en algo mío. Había pasado ya bastante tiempo, no habíamos hablado nada y no podía esperar que ella me esperara para siempre. La distancia quema el amor y lo que un día fue un fuego en llamas podía apagarse no dejando nada que pudiera salvarse. Esa era una de las preocupaciones más importantes de mi día actual. Mi padre, por otro lado, sabría cuidar de sí mismo y poco a poco me olvidé de él. Una preocupación es suficiente.
En aquel momento, el alcohol entumecía mi ingenio y me adormilaba dejándome en un estado de vacío, que me producía cierta paz.
Boby y el general deberían tener algún motivo para haber acabado en aquellas condiciones. Parecían agotados y estaban heridos, lo que me llevaba a pensar que el gobernador Grey podría haber caído junto a Sophie. Necesitaba hablar con ellos, aunque el interrogatorio se prolongaría mínimo hasta el día siguiente puesto que tras las preguntas, todos serían alimentados y descansarían del duro viaje.
Seguí bebiendo durante horas y regresé a mi habitación entre tambaleos y un malestar importante. Mi cabeza había dejado de darme la lata y logré dormirme rápidamente.
Últimamente dormía muy mal. La cabeza de cada uno es un mundo y la mía en aquellos momentos se encontraba bastante mortificada. Me tumbaba en la cama y la oscuridad me agobiaba hasta extremos insoportables. Rara era la noche en la que no me pegaba dos o tres horas moviéndome de un lado a otro hasta que por fin mi cabeza dejaba de torturarme. Algunas noches me despertaba envuelto en sudor con pesadillas espantosas. Generalmente eran imágenes de la guerra. La sangre impregnaba mis manos e incluso algunas veces caminaba por un campo de miembros cercenados. La muerte y la sangre lo inundaban todo y me despertaba con el corazón desbocado. Esas noches necesitaba beber algo, generalmente con alcohol, hasta que mi cuerpo volvía a encontrarse en reposo y lograba reconciliar el sueño. Era algo que había asumido ya. Debía aprender a vivir con ello.
La guerra no es algo fácil de superar y la mente debe estar completamente preparada para lograr vencer a los demonios que el cerebro genera después de sesgar una vida. Es generalmente difícil, salvo excepciones de verdaderos monstruos sanguinarios, conseguir olvidar el rostro de un adversario cuando la vida abandona sus ojos y la sangre salpica tu rostro al apartar la espada del cuerpo mutilado de tu enemigo. Son cosas que la guerra conlleva implícitas siempre, y que cuando decidí hacerme caballero no pensé. Ahora debía aprender a convivir con mis demonios y asumir que la vida no es fácil y que la guerra es la vida que nos ha tocado vivir. Yo, superviviente nato, no me iba a dejar matar fácilmente.
Aquella noche no tardé nada en dormirme, el alcohol hizo muy bien su papel. El manto frío de la noche me abrazó sin problemas y el día me arrancó de sus brazos sin miramientos catapultándome a una realidad sin alcohol donde la depresión era la tónica predominante.

Saludines, trasnochadores :)

No hay comentarios:

Publicar un comentario